5. The Khmer Empire - Fall of the God Kings

En el año 1586, hacia
finales del siglo XVI, un misionero portugués llamado
António da Magdalena formó parte de un grupo que exploraba el
interior profundamente boscoso de Camboya. Viajaron a través del calor
húmedo de la selva camboyana, rodeados por el aleteo de las palmeras
de plátano y el chirrido de las cigarras. Sus guías camboyanos les habían dicho
que las ruinas de una enorme ciudad yacían en algún lugar de la
selva, pero no sabían la escala y la grandeza de lo que les esperaba.
Magdalena murió poco después en un naufragio, pero antes de morir,
se las arregló para relacionarse con un amigo que escribió
todo lo que vio de estas enormes ruinas en la selva.

“La ciudad es cuadrada, con
cuatro puertas principales, y una quinta que
sirve al palacio real. Las puertas de cada entrada están
magníficamente esculpidas, tan perfectas que parecen hechas
de una sola piedra. En el centro de la ciudad hay
un extraordinario templo.” Los misioneros estaban
asombrados. Esta ciudad era más grandiosa y más magnífica
que cualquier cosa que hubieran visto en Europa. Grandes árboles
banianos y enredaderas trepaban por las ruinas. La ciudad
parecía completamente abandonada, pero aquí y allá, los monjes budistas,
vestidos con ropas color mandarina, aún realizaban rituales entre sus
desmoronados santuarios.

“A media legua de esta ciudad hay un templo.
Es de una construcción tan extraordinaria que no es posible describirlo
con una pluma. Es como ningún otro
edificio en el mundo; tiene torres y decoraciones
y todos los refinamientos que el genio humano puede concebir.” Asombrados por el sitio, los portugueses
hicieron a sus guías una ráfaga de preguntas. ¿Quién construyó este lugar? ¿Cómo habían
construido tan vastas obras de genio arquitectónico, y ¿por qué,
después de todo lo que habían construido, lo habían dejado todo atrás? Pero los
guías no lo sabían. Sólo dijeron lo que sus padres les habían transmitido:
que estos grandes edificios de piedra habían sido construidos
aquí durante siglos por más de 20 reyes. Los
portugueses preguntaron cuál había sido el nombre de esta gran metrópoli,
pero los guías tampoco lo sabían. Utilizaron una sola palabra para describirla,
que en el idioma antiguo de Camboya significa simplemente "la ciudad"
y ha llegado a ser el nombre con el cual se conocen estas ruinas.

Esta palabra era "Angkor". LA CAIDA DE LAS CIVILIZACIONES EPISODIO 5 El Imperio Jemer La Caída de los Dioses Reyes Mi nombre es Paul Cooper, y están
escuchando al podcast "La Caída de las Civilizaciones”. En Cada episodio,
examino una civilización del pasado que se elevó a la gloria
y luego colapsó en las cenizas de la historia.Me pregunto, ¿que tenían en común? ¿Que llevó a su
colapso y que se sentía ser una persona viviendo
en ese momentos, siendo testigo del fin de su mundo? En este
episodio, quiero contar la historia de la civilización que nos
ha dado algunos de los lugares en ruinas más emblemáticos del mundo;
ese es el Imperio Jemer de la Camboya medieval. Quiero explorar
cómo esta gran civilización alcanzó un tamaño y una riqueza
virtualmente sin precedentes en el mundo en esta época, cómo
superó los formidables desafíos de su clima y su paisaje,
y todos los factores que llevaron a su colapso dramático y final.

Las historias de exploradores europeos
que se abren camino a través de la selva y tropiezan con las ruinas de ciudades perdidas
siempre han sido populares en la imaginación occidental, pero vale la
pena señalar que, aunque abandonada y entregada a la
selva para que la reclame, Angkor nunca se ha perdido realmente.
Desde que su población se marchó a mediados del siglo XV, ha sido un
lugar de constante culto religioso. Su nombre fue
olvidado, sus calles fueron tomadas por monos, y los árboles
banianos se treparon sobre sus piedras desmoronadas. Pero aún así,
los granjeros trabajaban en los campos cercanos, y los monjes budistas
siempre han visitado esta antigua ciudad para rendir
culto entre sus tranquilas ruinas. El Imperio Jemer gobernó gran parte del
Sudeste Asiático desde el siglo IX al XV.

En su apogeo, cubrió un área que
hoy en día incluye gran parte de Tailandia y Camboya, así como Vietnam y Laos En el corazón del imperio
estaba la mega ciudad de Angkor. Angkor cubre un área de más
de mil kilómetros cuadrados, más grande que la ciudad de Nueva York hoy
en día, y entre los siglos XI y XIII, se cree que su área agrícola mas amplia
habría sustentado al menos a un millón de personas, o el 0.1 por ciento
de la población mundial.

Eso significa que durante un período de unos
pocos siglos, una de cada mil personas en el mundo vivió en la ciudad
de Angkor. Entonces, ¿qué pasó para convertir esta
otrora gloriosa ciudad de oro en una desmoronada ruina? ¿Cómo pudo
el Imperio Jemer derrumbarse tan completamente, y qué podría
enseñarnos esto sobre los desafíos que enfrentamos
en nuestro propio mundo moderno? Después de que los primeros viajeros europeos
presenciaran las ruinas de Angkor, un constante flujo de visitantes comenzó a
descender sobre la magnífica ciudad antigua. Al poco tiempo, todos tenían sus propias
teorías sobre quién la había construido, como lo muestra esta temprana fuente europea.

"Suponemos que los
fundadores del reino de Siam vinieron de la gran
ciudad que está situada en medio de un desierto
en el reino de Camboya. Allí están las ruinas de una
antigua ciudad que algunos dicen fue construida por Alejandro
Magno o los romanos. Es sorprendente que
nadie viva allí ahora; está habitada por animales feroces y la
gente local dice que fue construida por extranjeros." Un relato escrito en Madrid en 1647
incluso argumentaba que esta ciudad debió ser construida por el emperador romano Trajano,
sin explicar muy bien cómo pudo haber llegado allí. De hecho,
prácticamente nadie en Europa dio crédito a las personas que realmente habían
construido estos grandes templos y palacios; ese fue el pueblo de Camboya
que se llamabaa sí mismo Jemer. Los jemeres son uno de los
grupos étnicos más antiguos del sudeste asiático. Llegaron
a la región probablemente desde el área del sur de China
hace más de 4,000 años.

Fueron uno de los primeros pueblos del
mundo en usar el bronce e inventar el número cero, y
desarrollaron el alfabeto más antiguo aún en uso en el sudeste asiático.
Los jemeres eran un pueblo orgulloso, pero durante gran parte de su historia
temprana, fueron gobernados por otros. Un gran imperio llamado Chenla había
gobernado una vez las tierras de Camboya y desde su colapso en el siglo VIII, la región se había dividido en un conjunto
de pequeños reinos jemeres gobernados por amos locales.

Pero pronto nacería un hombre que forjaría estos reinos dispares
en un imperio que volvería a gobernar toda la región y se
convertiría en una de las grandes potencias del mundo.
El comienzo de este imperio está convencionalmente fechado en el año 802
y se fundaría gracias a un hombre que usaría el nombre
Jayavarman II. Poco se sabe de los primeros años
de vida de este oscuro guerrero. Jayavarman II parece no haber
realizado ninguna inscripción o dejado muchas pistas
sobre su origen. Parece haber sido de
nacimiento aristocrático, y comenzó su carrera en el
sureste de la actual Camboya.

Pero el nombre que eligió para sí mismo
te dice todo lo que necesitas saber; Jayavarman era el nombre del último
rey del Imperio de Chenla, y al elegir el nombre Jayavarman II,
este revolucionario jemer estaba haciendo una declaración muy clara.
"Soy la segunda venida de los reyes de antaño, y devolveré a Camboya
a sus días de gloria.” En ese momento, la fracturada maraña
de reinos jemeres a través de Camboya estaba bajo el dominio de un
poder conocido en las inscripciones como Java. Algunos historiadores han
argumentado que esta es la isla de Java que hoy es parte de Indonesia,
pero otros creen que se refiere al pueblo Cham
de la cercana Vietnam del Sur, a quienes los jemer a veces llamaban chvea.
Creo que este es el escenario más probable, ya que la rivalidad entre los
pueblos jemeres y los cham ardería durante siglos, y oiremos
mucho más sobre ello en el transcurso de este episodio.

El pueblo Cham obtuvo su nombre de la palabra sánscrita campaka, un
tipo de árbol conocido como la orquídea de jade amarillo, pero el
pueblo Cham no era tan delicado como su nombre podría sugerir.
Desde su capital en Vijaya, ahora cerca de la moderna ciudad vietnamita
de Qui Nyon, los Cham dirigían un poderoso imperio
comercial que construía llamativas torres de piedra roja y podía reunir vastas
flotillas de barcos con proas con cabeza de dragón que aplastaban cualquier
resistencia a su dominio. Pero su dominio sobre el pueblo
jemer pronto sería desafiado. En el fondo, Jayavarman II
era un revolucionario. Quería forjar un reino independiente
y unido para el pueblo jemer, y su campaña de rebelión
fue inmensamente exitosa. Primero tomó la ciudad de
Vyadhapura en el sureste, y luego remontó el río Mekong
para tomar Sambhupura.

Él y sus seguidores arrasaron desde
el sudeste de Camboya al noroeste y en todos los lugares a los que fue,
la gente se unió a su ejército. Una rara inscripción muestra
cómo la campaña de Jayavarman parecía ocurrir casi milagrosamente.
“Para la prosperidad de la gente en esta raza real, perfectamente
pura, gran loto, que ya no tiene tallo, se levantó
como una nueva flor.” Pero cuanto más poder acumuló Jayavarman,
más resistencia enfrentó, y en el oeste, encontró que muchos
líderes jemeres todavía eran leales al rey de Champa.
Lucharon contra Jayavarman y se las arreglaron para forzarlo a retirarse.
Ensangrentado y humillado, él y sus seguidores se retiraron
a la cordillera de Camboya conocida como las montañas Koulen o “Lichíes”.
A pesar de su bello nombre, este era un terreno difícil; una gama de
colinas pedregosas cubiertas de selva, donde enredaderas
y raíces se trepaban a las rocas.

Durante un tiempo,
debió parecer que todo estaba perdido, pero al
reunir los restos de sus fuerzas, Jayavarman supo
que se necesitaría algo más que poderío militar para
unir a los pueblos jemeres. Decidió que lo que el pueblo de
Camboya necesitaba no era un caudillo, sino un rey. Se coronaría a sí mismo
algo que nunca antes había existido, el rey de los jemeres, y
para ello tendría que idear una elaborada y mística ceremonia.
La inscripción más valiosa sobre Jayavarman II es la
que data del año 1052, dos siglos después de su muerte.
Se encuentra en el templo de Sdok Kak Thom en la actual Tailandia.
“Su Majestad Jayavarman vino de Java para reinar en la ciudad real de Indrapura.
Un brahmán, experto en el conocimiento del poder mágico, vino de Janapada
en respuesta a la invitación de Su Majestad para realizar
un rito sublime que liberaría al reino
de la tiranía de Java.” Esta ceremonia hindú era
conocida como el deva raja, o el ritual del dios-rey. No se
ha registrado lo que exactamente estaba involucrado en el ritual pero,
de ceremonias similares en la India, podemos imaginarnos quizás
un sacrificio animal junto con la quema de hierba
sagrada kusha e incienso, y el canto de conjuros en el
antiguo lenguaje del sánscrito.

Pero sea lo que sea que haya implicado,
sabemos el efecto que tuvo esta ceremonia. Para cuando el ritual terminó,
Jayavarman se había establecido no sólo como un rey de los jemeres,
sino como una especie de deidad, y el poder simbólico de este
ritual pareció funcionar. Cuando los reinos restantes de los jemeres
oyeron que un dios-rey había sido coronado, su voluntad de luchar se disolvió.
Jayavarman fue astuto; a través de un inteligente programa de campañas militares,
alianzas, matrimonios y concesiones de tierras, gradualmente reunió a todos los
reinos restantes de los jemeres bajo su bandera. Había
logrado lo impensable, una unificación de Camboya que
se extendía desde China al norte y limitaba con el antiguo enemigo
de Champa al este, el océano al sur y al oeste, un lugar identificado
por una inscripción como "la tierra de los cardamomos y
los mangos" que es probablemente Myanmar o la India oriental.

Una vez completada su conquista,
Jayavarman construyó una capital en un lugar que llamó Hariharalaya,
y sería una ciudad adecuada para un dios-rey. Construyó su palacio
en un terreno elevado y cerca de él excavó un
vasto depósito, reuniendo enormes fuerzas de trabajo para construir diques,
drenar pantanos y cavar zanjas. Incluso desvió el curso del río Siem
Reap para construir su nueva capital. La ambición y la
escala de este proyecto era enorme y completamente
sin precedentes en la región.

Todo lo que
se construyó para el nuevo dios-rey fue diseñado para
ser testigo de ese vínculo directo que existía entre él y los dioses. Según la
creencia hindú, los dioses Siva, Vishnu y el resto del panteón, viven
en una gran montaña llamada Meru, similar a la
idea del Monte Olimpo en la antigua mitología griega. Se cree
que el Monte Meru está rodeado por un mar de leche, y cuando Jayavarman
construyó su capital en Hariharalaya, la diseñó
para emular esta imagen cósmica: su palacio
en una colina con vistas al gran depósito. Este trabajo de
construcción debe haber sido realmente impresionante para la
gente de la época.

Marcó el tono de la ambición y la
escala que marcaría las construcciones de los jemeres, pero
serían los sucesores de Jayavarman los que transformarían su reino en
un verdadero gran imperio, y la vasta grandeza de sus construcciones
alcanzaría niveles que ni siquiera Jayavarman podría haber imaginado. Antes de continuar, me gustaría
pintar un cuadro del paisaje sobre el que se desarrollará este gran drama.
Hace 50 millones de años, la placa tectónica india colisionó con la
placa euroasiática, forzando hacia arriba la cordillera del Himalaya
creando los picos más altos del mundo, y creando la amplia
meseta tibetana. Esta zona montañosa, unas cinco
veces el tamaño de Francia, es a veces llamada el Tercer Polo
ya que sus decenas de miles de glaciares y lagos sirven como
una especie de torre de agua para toda la región.

Desde esta
gran meseta, varios de los ríos más largos del mundo
encuentran sus cabeceras, incluyendo el Yangtsé,
el Indo y el Mekong. El Mekong es el duodécimo
río más largo del mundo. Desde la meseta tibetana, recorre 4,300
kilómetros a través de la provincia china de Yunnan y baja por
Laos, Camboya y Tailandia, para finalmente
desembocar en un delta en la costa sur de Vietnam. Este
río está completamente lleno de vida; su ecosistema
tiene la segunda tasa más alta de biodiversidad del
mundo después del río Amazonas, con delfines de agua dulce, mantarrayas
gigantes, tortugas de caparazón blando y bagres gigantes.

El río Mekong
fluye a través del centro de Camboya y gran parte de nuestra historia
tendrá lugar en las orillas de un vasto lago de agua dulce llamado
Tonle Sap, justo en el centro de Camboya. Durante la mayor
parte del año, el lago drena su agua en el río Mekong, pero cuando
la temporada del monzón del suroeste comienza en junio, el Mekong se
expande repentinamente en un furioso torrente, y el río que
normalmente drena el lago, invierte repentinamente su flujo,
llenando esta masa de agua hasta que tiene una longitud máxima de 250 kilómetros,
con un ancho de cien kilómetros.

En estos meses, el lago
parece un mar interior, que se extiende en el horizonte
hasta donde alcanza la vista. Hoy en día, las aldeas alrededor
del lago son famosas por sus casas suspendidas en
lo alto de imponentes postes, elevándolas 10 metros en el
aire, o más de tres pisos. Eso es porque durante el monzón,
el nivel del agua del lago se eleva de un metro de profundidad,
a diez veces esa cantidad. Un visitante chino de la antigua Angkor
describió esta notable fluctuación, aunque exagera ligeramente
la altura de las aguas. “El agua alta alrededor de los mares
de agua dulce puede llegar a unos 24 metros, sumergiendo completamente
incluso los árboles muy altos, excepto las puntas.

Las familias que viven
junto a la orilla se desplazan al lado más alejado de las colinas.”
Pero los desafíos que el gran lago presentaba a los pueblos antiguos se
compensaban con algunos beneficios increíbles. El Tonle Sap tiene la mayor concentración
de peces de agua dulce del mundo, gracias a los sedimentos ricos en minerales
que las inundaciones anuales llevan al lago. Además de los
peces del lago, los jemeres de esta región cultivaban arroz. El arroz que conocemos fue domesticado por primera
vez en la cuenca del río Yangtsé, en China, hace unos 10,000 años, cultivado
de los pastos de los pantanos que crecían en terrenos inundados y pantanosos
Debido a esto, los campos de arroz tienen que ser constantemente inundados con agua para
que los cultivos crezcan. Por esta necesidad, los jemeres pronto se
convirtieron en expertos en el control del agua en el
terreno, y esta experiencia significaría
que el imperio que recién comenzaba a las orillas de este lago,
tendría un auge de inmenso tamaño y grandeza.

Todos los reyes le que
siguieron a Jayavarman II seguirían su ejemplo al llevar a
cabo el ritual hindú del deva raja para coronarse como el
dios-rey de Camboya. Este título no era sólo una metáfora;
durante gran parte de la historia de Angkor, su rey era a la vez el poseedor del poder
ejecutivo y el centro de un opulento culto religioso que emanaba de
los grandes templos de su capital. La religión hindú,
originaria de la India, tenía una larga historia en el sudeste asiático,
y Camboya, en esta época, era lo que se conoce como un reino indianizado.

Un antiguo cuento popular jemer cuenta la historia de cómo se
fundaron las tierras de Camboya. “Hace mucho tiempo,
en la época de los mitos y las leyendas, había un
príncipe de la India llamado Kaundinya, que descendía
del dios del sol. Un día, Kaundinya escuchó una
misteriosa voz que le llamaba, diciéndole que emprendiera un viaje a
la tierra del oro donde se convertiría en rey. Era un viaje
peligroso por mar, siguiendo los vientos monzónicos y
las peligrosas corrientes oceánicas, pero reunió su valor y se puso en marcha.
Al acercarse a la costa extranjera de la tierra del oro, el barco de
Kaundinya fue atacado por una feroz criatura marina.

Era una mujer
serpiente con colmillos afilados y una cola que azotad¡ba.
Se llamaba Nagisoma y era la hermosa hija del rey serpiente. Kaundinya
luchó contra ella, y después de una larga batalla, salió victorioso. Le
perdonó la vida a la mujer serpiente y ella quedó impresionada con su habilidad;
ella ofreció su mano en matrimonio. En celebración, Kaundinya
lanzó su lanza de oro a la costa, y donde ésta cayó,
resolvió construir su ciudad real en la tierra del oro, a la
que dio el nombre de "Kambuja". Esta historia jemer, como
muchas leyendas de su tipo, puede tener algo de verdad.
El Kambuja que fue fundado con el lanzamiento de esa lanza de oro es,
por supuesto, el nombre original de Camboya, y la historia
expresa cómo la cultura jemer remontó su linaje
hasta la India.

En esta época, el impacto cultural de
la India en esta región fue inmenso. Grandes superpotencias indias como
los imperios Pallava y Chola ya se habían levantado y caído,
extendiendo su cultura por toda la zona del sudeste asiático.
Así como la gente de todo el mundo hoy en día bebe refrescos americanos
y comida rápida, así en la antigua Asia, las naciones estaban
adoptando lentamente la cultura, la religión y las costumbres de la India.
Los reinos del sudeste asiático adoptaron la estructura social jerárquica
de la India basada en la casta, sus mitos y filosofías hindúes,
y quizás lo más importante, el idioma sánscrito. El sánscrito es un idioma que se
originó en el norte de la India. Fue una vez una lengua viva pero hoy en
día ocupa un papel similar al del latín en la tradición europea. Ya no
es hablado por la gente común, pero se ha convertido en un
idioma de erudición y religión. En el mundo occidental, se encuentra más
comúnmente en nuestras clases de yoga.

Puedes pensar que esta antigua lengua
india es tan extraña para ti como podrías imaginar, pero eso no
es realmente cierto. De hecho, el sánscrito es parte de la
familia indoeuropea de lenguas, la misma familia que nuestro propio inglés.
Esto significa que hay algunas palabras en sánscrito que podrías reconocer.
Por ejemplo, la palabra sánscrita para "diente" es "danta". Esto comparte
un ancestro común con nuestra palabra inglesa
"dentist" que pasa por el francés, el medieval, luego el latín
antiguo, el griego antiguo, y finalmente el lenguaje teórico que
llamamos Proto-Indo Europeo que se ramificó hace unos 5,000 años. En la época del florecimiento del
Imperio Jemer, el sánscrito clásico se convirtió en el idioma utilizado
entre la élite del sudeste asiático, al igual que el griego y el latín fueron
una vez requeridos por la nobleza europea.

Pero es importante
señalar que mientras las élites, los ricos
y los nobles de Angkor estaban cautivados por el sánscrito y el
hinduismo, gran parte de la gente común de Camboya no era hindú; eran budistas o seguían sus
propios rituales populares antiguos, que pedían favores a los
espíritus que vivían en los árboles y las montañas. Esta división
entre los ricos nobles hindúes y las diferentes creencias
de la gente común, formaría una línea de tensión
en toda la sociedad camboyana.

Volveremos a esta fractura varias
veces durante este episodio, ya que causa rupturas y conflictos y,
en última instancia, amenaza con destrozar todo el imperio. El rey jemer que había construido
la primera gran ciudad en el sitio de Angkor, era un
hombre llamado Yashovarman. Era el hijo de un rey
llamado Indravarman. Tal vez ya hayas notado un tipo
de patrón con los nombres de estos reyes camboyanos. De hecho,
todos los reyes de los jemeres de los próximos 500 años seguirían
esta tradición, adoptando un nombre que terminaba en "varman", una
palabra sánscrita que significa "escudo" o "armadura".

El nombre
Jayavarman, por ejemplo, significa algo así como "escudo de
la victoria". Cuando el viejo rey Indravarman murió, dejó dos hijos. Uno de estos hermanos era Yashovarman.
Su nombre significa algo así como "escudo de la gloria", y era un príncipe
vanidoso y de mal genio. Era el hijo mayor y debió haber esperado que un día se
sentaría en el trono que ahora ocupaba su padre, pero
parece que por alguna razón, Yahshovarman no era el
favorito de su padre. En su lugar, el viejo rey
nombró a su hermano menor heredero al trono. Insultado
y humillado, Yashovarman se enfureció.
Inmediatamente comenzó a reunir a sus ejércitos y una amarga guerra civil
estalló en todo el país.

La lucha fue feroz, con ejércitos que
se enfrentaron en la tierra y flotillas de barcos que
lucharon en el gran lago Tonle Sap, ese corazón
palpitante del mundo jemer. Las inscripciones de la época afirmaban
que Yashovarman era un comandante feroz y competente, y es posible
que lo fuera, pero cabe mencionar en este punto que los
reyes de los jemeres tenían una gran debilidad por adularse
en sus propias inscripciones, y las escritas por Yashovarman
son algunas de las peores. “Un hombre-león, desgarró al enemigo
con las garras de su grandeza. Sus dientes eran sus políticas, sus
ojos eran las sagradas escrituras.” Por razones obvias, es difícil confiar
sólo en la forma en que estos reyes se describen a sí mismos en
sus propias inscripciones, pero creo que cada uno nos dice
algo interesante.

Es decir, cómo estos reyes
deseaban ser vistos. Hombre-león o no, sabemos que
después de mucha lucha amarga, Yashovarman finalmente derrotó
a su hermano menor y reclamó la corona para sí mismo. Pero Yashovarman aún estaba claramente
herido por la decisión de su padre. Cuando finalmente fue coronado rey, se
negó a reclamar el trono por el linaje de su padre. En su lugar, hizo
que sus escribas reales elaboraran un nuevo y complejo árbol
genealógico que pasó por alto a su padre, tal como su padre
había intentado hacer con él. La madre de Yashovarman era
ahora la verdadera realeza, descendiente de
los antiguos reyes de ese imperio caído de Chenla. A pesar
de esta tendencia al resentimiento, Yashovarman parece haber sido un
gobernante eficaz, aunque por las inscripciones que siguió encargando,
está claro que nunca perdió del todo esa debilidad original por la adulación.

“En todas las ciencias y todos los deportes, en las artes, los idiomas
y los escritos, en la danza, el canto y todo lo demás,
fue tan hábil como si hubiera sido el primer inventor de ellos.” Un área
en la que podemos estar seguros de que Yashovarman sobresalió es la
construcción. Tan solo en el primer año de su reinado, construyó más de cien
monasterios en todo el reino. Gobernó durante otros 20 años desde
889 hasta su muerte en el año 910, y durante este tiempo, decidió
construir una nueva capital.

Susceptible como siempre a la adulación,
nombró a esta ciudad como él mismo, llamándola Yashodhapura, pero hoy
la conocemos con el nombre de Angkor. Puede que nunca sepamos por qué
Yashovarman tenía tanta manía por la construcción, pero una
leyenda sugiere una posible explicación de por qué este rey
quería tan desesperadamente dejar su huella en el mundo.
En algunas tradiciones, a Yashovarman se le llamaba de otra manera:
el Rey Leproso. La lepra es causada por una infección bacteriana que
puede permanecer latente en el cuerpo hasta 20 años antes de mostrar sus síntomas.
Era una de las enfermedades más temidas en todo el mundo antiguo, ya que
provocaba horribles deformaciones y lesiones en la piel a quienes la padecían.
No es inusual en la historia que un rey contraiga lepra; un rey de
Jerusalén del siglo XII conocido como Balduino IV gobernó
durante 10 años mientras sufría la enfermedad. Los análisis óseos
modernos han demostrado que el rey escocés Robert the Bruce también
la padecía. Hoy en día, un melancólico monumento en la esquina noroeste de
una Plaza Real en Angkor se ha convertido en una especie de santuario a Yashovarman.

Esto se debe a una estatua ahí, que representa al dios hindú Yama,
el dios de la muerte y señor del inframundo. Esta estatua
está carcomida por el musgo y descolorida por la lluvia, y su
piedra irregular ha dado lugar a una leyenda de que
representa la carne desgarrada del Rey Leproso, Yashovarman. Nunca podremos saber cuánta
verdad hay en esta leyenda pero, si me permiten un
momento de imaginación, me pregunto si esto explica
el impulso absoluto de este rey por construir estos vastos y asombrosamente
bellos palacios junto al gran lago, pero a medida que su carne se descomponía
y sentía que la certeza de su muerte se acercaba, sentía una necesidad
cada vez mayor de dejar su marca en el mundo, una marca que
perduraría mucho tiempo después de que su cuerpo finalmente sucumbiera a su enfermedad,
y que dejaría su nombre grabado para siempre en estas piedras que se desmoronan.

Pero de
nuevo, nunca podremos decirlo con seguridad. Desde los cimientos establecidos
por el rey leproso Yashovarman, el Imperio de Angkor creció y floreció
hasta ser el más poderoso del sudeste asiático. Hubieron varios
factores detrás de esta gran historia de éxito;
el primero de ellos fue el estatus del gobernante como dios-rey.
Esto consolidó su autoridad real y permitió a los campesinos de
Angkor ver el servicio a su rey como una especie de devoción religiosa.
El segundo fue el eficiente y descentralizado sistema de impuestos del imperio. Esto
también se apoyaba en los estrechos lazos entre el dios-rey y su
establecimiento religioso. Cada pueblo del Imperio Jemer
tenía su propio templo, y este templo no era sólo
un edificio religioso, sino también un centro administrativo. Cada
templo estaba dirigido por una familia poderosa de la zona que era
responsable de recaudar los impuestos de la gente que vivía allí.
Usaban estos impuestos para apoyar el funcionamiento de sus propias tierras,
pagando a sus trabajadores y soldados, y manteniendo sus propios estilos
de vida lujosos, pero todo lo que sobraba se canalizaba
de vuelta al tesoro real en Angkor.

El estatus de estas familias dependía de
la cantidad de dinero que podían enviar al rey, por lo que competían
intensamente para incrementar los fondos reales. Este simple
pero efectivo sistema condujo a una rápida expansión de la
capacidad económica del imperio. Las élites que dirigían los templos de las aldeas
trabajaron tan rápido como pudieron para expandir sus tierras imponibles y cortar
tantos árboles como pudieron para dar paso a nuevas tierras de cultivo,
que pronto cubrieron la vasta zona de las fértiles tierras bajas centrales
de Camboya. El factor final del éxito de los jemeres, fue su
ingenio en la gestión del agua. En sus primeros tiempos, el enorme lago
y las llanuras de inundación que rodeaban Angkor permitían a su población realizar
múltiples cosechas de arroz a lo largo del año, pero a medida que Angkor crecía
hasta convertirse en una verdadera ciudad, la presión sobre este sistema
agrícola aumentaba. Para hacer frente al aumento de
la demanda de la población, los habitantes de Angkor desarrollaron un
ingenioso sistema de control del agua que convirtió su capital en lo que se
conoce como una ciudad hidráulica.

Si fueras capaz de volar como un
pájaro sobre la antigua Angkor, verías toda la tierra debajo de ti grabada
en líneas extraordinariamente regulares como las marcas de un tablero de circuitos.
Estas líneas destellarían en el sol cuando pasaras por encima de ellas. Son
canales y entradas que permiten que el agua fluya alrededor de
toda la ciudad, inundando sus campos en un vasto
sistema circulatorio interconectado. Construyeron
complejas uniones en sus vías fluviales usando canales
con múltiples curvas en ellos cuando querían un flujo de agua
lento y constante, y largos canales rectos cuando querían un flujo
rápido y directo hacia los depósitos.

Mientras el agua drena desde
las colinas de Kulen en el norte, los ingenieros de Angkor la canalizaron
en dos enormes depósitos conocidos como barays. Estas fueron las
mayores estructuras humanas construidas hasta la era industrial moderna.
El llamado baray del oeste mide aproximadamente 8 x 2 kilómetros,
o el tamaño de 2,000 campos de futbol, mientras que el baray del
este es sólo un poco más pequeño. Los antiguos
ingenieros no excavaron la tierra, sino que la
levantaron, amontonando enormes montículos de tierra en las orillas
y luego desviando ríos y canales para llenarlos. Estos enormes bancos
podían llegar a tener hasta cien metros de ancho y
diez de alto, conteniendo ocho millones de metros
cúbicos de tierra. Hoy en día, el baray del oeste
sigue siendo un enorme lago, pero el baray del este no contiene agua. Los
granjeros cultivan sus cosechas en lo que una vez fue el lecho del lago, pero sus
contornos permanecen claramente visibles en el paisaje. Juntos, estos
barays hacen de Angkor una de las construcciones humanas más fácilmente
visibles desde el espacio exterior.

Estos rápidos embalses
tenían un doble propósito; actuaban como tanques de desbordamiento
en la estación del monzón, evitando que los campos de arroz
se inundaran de forma descontrolada, pero también permitían a los jemeres
almacenar agua durante la estación seca, cuando no caía la lluvia.
Durante los meses secos, los jemeres podían drenar toda el agua
que necesitaban de los depósitos, desviándola a través de su
complicado sistema de canales hacia sus campos, posiblemente
usando compuertas de madera para dar un mayor control
sobre la dirección del agua. La maquinaria hidráulica de Angkor
es tan vasta y compleja que muchos de sus componentes
son todavía un misterio para nosotros, pero gracias a este sistema,
el arroz podía ser cosechado todo el año.

Un visitante chino
al antiguo Imperio Khmer, escribiendo en el siglo XIV, describió
la efectividad de este sistema. "Durante seis meses, la tierra
no tiene ninguna lluvia. En general, los cultivos pueden
ser cosechados tres o cuatro veces al año." Este
enorme potencial agrícola permitió que la ciudad de Angkor
tuviera un auge sin precedentes. Mientras que Londres tenía una población
de menos de 20,000 habitantes en el siglo XII, el centro de Angkor
puede haber contenido hasta un cuarto de millón. Como una ciudad moderna, estaba
dividida en una cuadrícula de cuadras de ciudad regulares. Un viajero o
peregrino que llegaba a Angkor durante la estación de lluvias podía
refugiarse bajo el dosel de una parada de descanso al borde del camino y
calentarse las manos junto al fuego, escuchar el canto de los monjes en
los templos cercanos, el sonido de las campanas y los
olores del incienso y los animales.

Podrían haber cruzado un puente lo suficientemente
ancho y fuerte como para sostener a los elefantes del rey, y visto el
agua verde de los embalses corriendo debajo de ellos. Hoy en día,
nuestras ciudades están formadas por densos edificios residenciales, comerciales
y administrativos. Hemos desterrado nuestras tierras de cultivo
al campo fuera de los límites de la ciudad, pero en Angkor, cada parcela
de tierra disponible se habría dedicado a tierras de cultivo
que compartían espacio con templos y palacios. La ciudad entera
habría tenido la sensación de una enorme aldea, o miles
de aldeas mezclándose unas con otras. Así que estas son las tres principales fortalezas,
los tres pilares que permitieron al imperio jemer crecer a un tamaño tan enorme. En primer
lugar, tenían una poderosa autoridad central en el rey, que también
era adorado como un dios.

En segundo lugar, tenían
un sistema fiscal eficaz que incentivaba el crecimiento y la
competencia entre las regiones. Por último, eran expertos
en gestionar el agua de manera que sacara la máxima
cantidad de comida del terreno. Estos tres pilares sustentaban un
sistema que permitiría a los jemeres construir y prosperar durante más de 400
años, pero por varias razones, este período de florecimiento no duraría. Eso es porque para cada una de las
fortalezas de Angkor, tenía una debilidad. Cada uno de estos tres pilares
contenía una grieta fatal. En primer lugar, aunque su rey era
poderoso, su poder dependía de su estatus como dios-rey. Esto significaba que la
creencia hindú del pueblo de Angkor debía mantenerse y cualquier
cambio en la religión podía debilitar todo el
sistema de poder real.

En segundo lugar, aunque el sistema fiscal
de Angkor incentivaba el crecimiento, también fomentaba la sobre
explotación de la tierra, el resentimiento entre los campesinos
exhaustos y sobrecargados de impuestos, y el daño ambiental en
forma de deforestación. Finalmente, la mayor fortaleza de los
jemeres, su increíble habilidad en la gestión del agua, también tenía el
potencial de convertirse en su mayor debilidad. La vasta red de agua que unía la
ciudad de Angkor y toda Camboya en ese momento habría
requerido una enorme cantidad de recursos y un mantenimiento
intensivo en mano de obra.

Necesitaba un esfuerzo constante para
reparar los bancos y las entradas dañadas, y para limpiar los canales del lodo que
siempre se acumulaba en sus fondos, arrastrado por las colinas.
El sistema de agua de Angkor era tan complejo e interdependiente
que bajo suficiente estrés, una sola falla podía causar
un efecto de cascada, propagándose a través de toda la red
y poniendo de rodillas a la ciudad más grande del mundo. Todos
estos factores entrarían en juego cuando el Imperio
Jemer alcanzó su apogeo, y estos tres pilares estuvieron sometidos
a una tensión cada vez mayor.

Como sucede a menudo a lo largo de la historia,
el ascenso de un imperio comienza con la caída de otro. Al
norte del reino jemer, la dinastía Tang de China había
presidido una edad de oro que duró casi 300 años. Fue una
época de florecimiento de las artes y la cultura, en la que la
prosperidad se extendió y el comercio se disparó, pero alrededor de
la época del Rey Yashovarman, la dinastía Tang estaba entrando
en una caída en picada. Enormes ejércitos de bandidos
ahora asolaban el campo de China y saqueaban sus ciudades, contrabandeando sal
y emboscando a los comerciantes. Finalmente, los emperadores fueron asesinados y los
golpes de palacio llevaron a la desintegración de toda la dinastía Tang. Ahora cinco dinastías diferentes
se pelearon por quién gobernaría China y mientras tanto,
el sur de China se fracturó en diez estados en guerra.
Este período de caos en China proporcionaría una oportunidad para
un joven y ambicioso imperio como el jemer. Reyes como
Indravarman y Yashovarman ahora tenían vía libre para expandir
su territorio hacia el interior, y la anarquía en China significaba que
los comerciantes y mercaderes mirarían a las torres doradas de Angkor para
proporcionar seguridad en los caminos.

En el siglo XII, los jemeres habían llegado
a dominar totalmente las tierras del sudeste asiático, y la
magnificencia de sus obras arquitectónicas era un
testamento de la gloria que había alcanzado su imperio. El más famoso de todos los monumentos
jemeres hoy en día es Angkor Wat. Según algunas estimaciones,
es la mayor estructura religiosa jamás construida, cuatro veces más grande
que la Ciudad del Vaticano en Roma. Angkor Wat fue construida
con tal vez hasta 10 millones de bloques de arenisca, cada
uno de ellos con un peso de hasta 1.5 toneladas. La piedra se extrajo
de las colinas sagradas de Kulen 40 kilómetros al norte, cortada
del lecho de roca por equipos de trabajadores con herramientas de hierro,
y los bloques fueron luego llevados a las tierras bajas en barcazas que
atravesaron los amplios canales.

La cantidad de material de construcción
utilizado para construir Angkor Wat es mayor que la gran pirámide
de Khufu en Giza, y si se tiene en cuenta
toda la ciudad de Angkor, se utilizó más piedra en su construcción
que en todas las pirámides de Egipto juntas. Los bloques
de arenisca de Ankor se mantienen unidos sin mortero, con
una forma tan perfecta que los huecos entre las piedras son
a menudo invisibles. Como la mayoría de los templos hindúes de los
jemeres, Angkor Wat está diseñado para representar el Monte Meru, hogar de los dioses.
Su foso de cinco kilómetros encierra tres galerías
rectangulares, cada una elevada sobre la siguiente,
y sus cinco torres están diseñadas para parecer brotes
de loto a punto de florecer.

Cuando al explorador francés Henri Mouhot
se le mostraron las ruinas de Angkor Wat en el siglo XIX, ahora cubiertas
de vegetación y aferradas al abrazo de enormes arboles
banianos y de algodon de seda, escribió a las autoridades coloniales
francesas sobre lo que había visto. "Uno de estos templos, rival al de
Salomón y erigido por algún antiguo Miguel Ángel, podría ocupar
un lugar de honor junto a nuestros más bellos edificios. Es más
grande que cualquier cosa que nos haya dejado Grecia o Roma." No se
puede exagerar el ingenio de la gente que construyó
este templo. Los jemeres medievales construyeron Angkor Wat en poco menos de 37 años,
mientras que al mismo tiempo, los normandos tardaron siglos en construir sus propias catedrales. Angkor Wat fue construida por
el rey jemer Suryavarman II a principios del siglo XII.

Tenía una
pasión por la arquitectura que convertiría su capital en una de las
maravillas del mundo, pero por desgracia, tanto
para él como para el reino, Suryavarman también tenía un
insaciable apetito por la guerra, y a diferencia de algunos de
sus predecesores, no mostró ninguna habilidad en absoluto.
Una escultura en bajo relieve en la galería sur de Angkor Wat, muestra al
Rey Suryavarman como le gustaría ser visto, como un poderoso
guerrero cabalgando a la batalla en lomos de un elefante. Es la
imagen perfecta de un guerrero jemer; su pecho cubierto
con armadura, un arma afilada en su mano derecha y hordas
de soldados de infantería armados con lanzas y escudos. Pero la
realidad era bastante diferente. Es cierto que a Suryavarman le gustaba
liderar a sus hombres en la batalla, y lo hizo en muchas ocasiones. A lo largo
de su reinado, había puesto sus ojos en las dos naciones costeras
que formaban el área de lo que hoy es Vietnam.

Una
de ellas ya la hemos visto, la tierra de Champa, que una vez gobernó
sobre los dispares reinos jemeres de Camboya, antes de ser
expulsado por Jayavarman II. Mientras que los jemeres eran
un pueblo del interior, los cham eran navegantes, marineros y comerciantes. Una
escultura en bajo relieve en el templo de Ankorian, llamada el Bayon, muestra a los
marineros de Cham luchando contra los jemeres, navegando en
largas barcas de remos con proas con cabeza de dragón, y
paraguas encima para protegerlos del sol. Al norte de
Champa había un reino llamado Dai Viet, hogar del
pueblo vietnamita que da nombre al moderno país de Vietnam.
Vietnam, en aquellos tiempos, estaba dividido entre estos dos reinos, Champa
y Dai Viet y, curiosamente, la frontera entre ellos estaba cerca de la
misma línea que dividió el país durante la guerra de Vietnam, separando
notoriamente el norte y el sur a lo largo del paralelo 17.

El Rey Suryavarman estaba decidido a conquistar estos antiguos reinos
costeros y a aprovechar el rico tráfico comercial que pasaba por
sus costas desde China. Se embarcó en tres invasiones
separadas de Vietnam, cada una de las cuales resultó en un fracaso.
En el año 1128, por ejemplo, dirigió un enorme ejército de 20,000 soldados
contra el pueblo vietnamita, pero su gran ejército fue derrotado definitivamente
y el rey apenas consiguió volver a Angkor con vida. Para no ser disuadido, Suryavarman
lo intentó de nuevo en el año 1145, esta vez invadiendo Champa.
Tuvo un poco más de suerte; logró derrotar a su rey y
saqueó su capital, Vijaya. Pero así como los americanos
descubrieron en el siglo XX, Vietnam es un país difícil de mantener.
El rey títere que Suryavarman instaló duró sólo unos cinco años.
Fue derrotado por las rebeliones de Cham y cuando Suryavarman
marchó de vuelta a Champa para apoyarlo, su ejército fue
duramente azotado por los rebeldes. Aunque las inscripciones son
comprensiblemente reservadas sobre el tema, se piensa que el propio Suryavarman
puede haber muerto en esta expedición, pero no está claro si por enfermedad,
una batalla fallida o una emboscada enemiga.

Toda esta guerra
por poco beneficio debe haber drenado los cofres del
estado jemer y causado gran inestabilidad y resentimiento dentro del reino.
Tal vez lo más devastador de todo, Suryavarman murió sin un claro heredero.
Las guerras civiles fueron un problema constante en la Camboya medieval. De los
27 gobernantes de Angkor, sólo 16 tuvieron alguna vez un reclamo legítimo al poder.
Después de la muerte de Suryavarman, uno de sus primos tomó el trono y comenzó
un amargo período de lucha. Ahora, gobernantes cada vez más ineptos
buscaban el control del debilitado estado jemer, y fue en medio de todo esto que el gran
templo de Angkor Wat fue finalmente completado, años después de
la muerte de Suryavarman. Hoy, su magnificencia arquitectónica
ha cimentado su lugar en la historia como uno de los grandes reyes de Camboya,
pero es una reputación que quizás no se merecía del todo. Las guerras civiles, las rebeliones
y las invasiones extranjeras debilitaron aún más el estado jemer
durante los 30 años siguientes hasta que empezó a parecer
que su colapso era inminente. Pero en el año 1120, nació un príncipe
que cambiaría su fortuna para bien, un hombre que
sería recordado como el más grande de todos los reyes jemeres,
y la increíble historia de su ascenso al poder debería contarles
un poco sobre qué tipo de hombre era.

Este príncipe se llamaba Jayavarman, un
nombre popular para los príncipes jemeres, como lo es "Enrique" para la realeza inglesa.
Desde que Jayavarman II fundó el imperio y se coronó a sí mismo como el primer
dios-rey, había habido otros cuatro reyes Jayavarmans, pero a pesar de
este nombre común, había algo muy inusual en este Jayavarman.
A diferencia de los anteriores príncipes hindúes de Angkor, era
un devoto budista. De los varios escultores que lo representan,
tenemos una impresión de Jayavarman como un hombre con un cuerpo
ancho y fuerte, y una gran cabeza cubierta de pelo corto. Sus ojos
siempre están cerrados en las estatuas, una media sonrisa de
contemplación pacífica en sus labios, pero su amplia mandíbula también
está puesta en una expresión de feroz determinación. Este Príncipe Jayavarman fue
el heredero del trono de Angkor. Cuando su padre murió en
el año 1160, Jayavarman, a la edad de 40 años, se preparó
para ascender al trono. Pero antes de que pudiera hacerlo, un hermano rival
hizo una reivindicación competitiva a la corona, como a menudo ocurría en
la sociedad camboyana.

Esta fue una clara declaración
de guerra civil, pero la fe budista de Jayavarman
le prohibió derramar sangre, y derramar la sangre de un
hermano era aún más impensable para él. Así que, en lugar de luchar,
renunció a la corona y se exilió voluntariamente a la tierra de Champa,
el enemigo tradicional de los jemeres en el sur de Vietnam.

Permanecería
allí durante cinco años, observando desde lejos como su
reino natal descendía en el caos. Esto se debe a que el hermano traidor
de Jayavarman resultó ser un mal rey; administró
mal el país, sufrió rebeliones y pronto se enfrentó
a una violenta revuelta de un audaz líder rebelde
llamado Tribhuvanāditya. Sorprendentemente, Jayavarman
parece haber perdonado a su hermano por haberlo traicionado. Cuando
se enteró de que estaba en peligro, Jayavarman salió corriendo del exilio
para estar al lado de su hermano, pero ya era demasiado tarde.

Cuando llegó a la capital de Angkor, encontró a su
hermano muerto y al jefe rebelde Tribhuvanāditya sentado en el trono.
Una vez más, la religión de Jayavarman le impidió luchar, por lo
que huyó a su exilio en Champa para lamentar
al hermano que lo había traicionado. Pero el jefe rebelde Tribhuvanāditya
tendría tanta suerte como el hermano de Jayavarman. Gobernó
durante diez años, pero fue combativo y conflictivo. Él también se
enfrentó a las rebeliones, y pronto su actitud insultante
llevó al reino de Champa a invadir. Jayavarman, en su
exilio, debe haber visto los ejércitos de Cham salir para la guerra, las
divisiones de lanceros con sus brillantes escudos, el trompeteo
de los elefantes de guerra, los largos barcos conducidos por remeros
que salían del puerto de Vijaya.

Para entonces, el Imperio Jemer se había
debilitado por décadas de luchas internas. Los ejércitos Cham fueron capaces
de arrasar las tierras jemeres y derrotar fácilmente a su ejército en la batalla,
pero el Rey rebelde Tribhuvanāditya todavía se sentía seguro, refugiado
en la gran capital de Angkor, detrás de su anillo de altos muros. Eso
fue, hasta que la verdadera fuerza de la gente de Cham alcanzó su
punto máximo. Su experiencia como comerciantes marítimos significaba
que los Cham eran marineros hábiles. Reunieron una gran flotilla y
la llevaron por el río Mekong, a través del lago Tonle Sap,
y directamente al corazón de la capital jemer.

Fue un
atrevido ataque sorpresa, y cuando el rey rebelde vio esos barcos
con sus proas de cabeza de dragón y sus brillantes paraguas agrupados
en el lago por centenares, debe haber sabido que todo estaba perdido. El ejército Cham quemó la ciudad
de Angkor hasta los cimientos. Destruyeron sus templos y palacios, e
incendiaron las casas de madera de su gente, dejándola como un
humeante y desolado desperdicio. Ejecutaron al jefe rebelde
Tribhuvanāditya y la anarquía descendió sobre
las tierras de los jemeres. Todavía en el exilio en el reino de Champa,
y ahora un anciano de más de 50 años, el príncipe exiliado Jayavarman se
enteró de lo que había pasado con lo que debe haber sido un corazón afligido.
Sabía que tenía que volver a casa para ayudar a su pueblo.

Cuando
cruzó la frontera, debió haber cabalgado a través de una tierra devastada
llena de aldeas quemadas y gente hambrienta, pero su momento
de destino finalmente había llegado. Regresó a la
capital de la que había huido hacía tantos años y la
gente de allí lo recibió como su rey, coronándole
Jayavarman VII. Así, el pacifista Jayavarman se convirtió
en el Rey de Angkor en el año 1181 sin haber derramado una sola gota de sangre.
Pero mientras estaba sentado en el trono de la capital, Jayavarman aún
podía oler el humo en el aire. Los edificios de Angkor se quemaron
y los cuerpos de su gente aún yacían en las calles.

Los ejércitos de Champa aún se desbocaban por su tierra, quemando
aldeas y aterrorizando a su gente que ahora buscaba su protección.
Tal vez fue esta nueva responsabilidad la que puso
fin al pacifismo budista de Jayavarman. Ordenó que se reuniera un gran ejército
y marchó al encuentro de los invasores en el campo de batalla. Tuvo
éxito y se anotó una victoria tras otra al expulsar a los
invasores de sus tierras. Una vez que los ejércitos Cham
fueron expulsados, Jayavarman VII regresó a Champa, esta vez no como
un exilio roto, sino a la cabeza de un ejército.

Se vengó del pueblo Cham
por la destrucción de Angkor, saqueando a su vez su capital
y destronando a su rey. Cham finalmente se convirtió
en parte del Imperio Jemer, que ahora era más amplio y extenso de
lo que jamás había sido en la historia. Pero cuando Jayavarman regresó a su
capital, la encontró todavía en un estado de gran destrucción. Sus casas de madera
fueron quemadas, sus templos dorados saqueados, y su alguna vez
opulento palacio yaciendo en cenizas y ruinas.

Así que se embarcó en un
proyecto de construcción que tendría pocos iguales en la historia, y convertiría
la capital del Imperio Jemer en la envidia del mundo. Jayavarman
reconstruyó la ciudad en una sola ráfaga de vasta energía
constructiva, y esta parte de Angkor es conocida hoy
como Angkor Thom, o la Gran Ciudad. La nueva ciudad de Jayavarman era un
cuadrado perfecto de precisión matemática, rodeado por un foso de tres
kilómetros de largo a cada lado, y encerrando un área de
nueve kilómetros cuadrados.

Hay que ver fotografías aéreas
para tener una idea de la maravilla de ingeniería
que esta ciudad representa. Jayavarman VII vertió toda su energía
en la construcción de esta nueva capital, y una inscripción
encontrada en la ciudad incluso se refiere a Jayavarman como un novio,
mientras que la nueva ciudad de Angkor Thom es su novia. Las tallas del
templo de Bayon en Angkor Thom nos dan una idea del frenesí de
la construcción que se produjo aquí. La ciudad debe haber estado envuelta en
andamios de bambú hasta donde el ojo podía ver, con el sonido
de martillos y cinceles golpeando las piedras, el resoplido
de elefantes de trabajo llevando sus cargas de piedra a través de las
calles, y los trabajadores agitándose en las cuerdas. Jayavarman también emprendió un
vasto programa de obras públicas, construyendo carreteras que conectaban
cada uno de los pueblos de Camboya. El proyecto de construcción
aumentó la población de Angkor y supuso un gran crecimiento
económico para el reino, pero Jayavarman sería
importante por otra razón.

No fue el primer rey budista de Camboya,
pero fue el primero en declarar el budismo la religión del
estado, y desde el momento de su coronación, se embarcó
en un programa para convertir la sociedad de Angkor de su
cultura hindú indianizada. Antes del año 1200, el arte de los templos de
Angkor representaba sobre todo escenas del panteón hindú, como Vishnu
recostado sobre una hoja de loto, o el batido del primitivo mar de leche de los relatos de la creación hindú.
Después del año 1200, escenas de los cuentos populares budistas llamados
Jatakas y escenas de la vida del Buda comenzaron a aparecer en los templos.
El gran templo de Angkor Wat se transformó lentamente en
un centro de oración, no para el dios hindú Vishnu como
fue diseñado, sino para el Buda. Fue una revolución no violenta que
impregnó todos los niveles de la sociedad jemer. El budismo siempre había formado
parte de la Camboya medieval. Como ya hemos visto, era
popular entre los plebeyos pero no tenía prácticamente ninguna tracción
entre los señores y nobles de la alta sociedad que se dedicaban al hinduismo
y al modo de vida indio.

Se puede pensar en el budismo en Camboya
como algo parecido al cristianismo durante los siglos I y II en el Imperio Romano;
cuando un gobernante liberal y tolerante ostentaba el poder, sus
seguidores podían ir más o menos sin ser molestados, pero se
necesitaba un solo tirano para que las cosas se pusieran desagradables. Pero ahora,
al igual que el cristianismo en Roma, los budistas comenzaron a apoderarse de
la cultura que una vez los había perseguido. El budismo tuvo éxito en Camboya
porque era inclusivo y universal en su alcance. Reclutó a sus
discípulos y monjes no sólo de la nobleza y la corte real,
sino también de las aldeas y entre los campesinos. Esta inclusividad
también se reflejaba en su arquitectura. El rey
Jayavarman VII hizo construir un enorme templo en Angkor
Thom llamado el Bayon. En línea con los ideales budistas, fue el primer
templo de Camboya que se construyó sin muros, lo que indica
su apertura a todo el pueblo de Angkor. Pero la
conversión del reino al budismo tendría consecuencias de gran alcance,
que Jayavarman puede no haber previsto.

Como budista,
renunció al título de dios-rey, en su lugar se dio a
sí mismo el humilde título de "el amo que mira hacia abajo".
Pero aún así conservó la autoridad religiosa en el reino y
presidió la construcción de templos y casas de imágenes. Esto fue posible porque Jayavarman
era un budista Mahayana, una rama del budismo que
era muy maleable y adaptable. A medida que se extendía hacia el norte
de la India en Camboya, el Tíbet y China, el budismo Mahayana asumió las costumbres
y creencias locales dondequiera que fuera. Por lo tanto, no fue un problema para
Jayavarman mantener el poder religioso tradicional de los dioses-reyes que habían llegado
antes que él. Pero en el siglo que siguió al gobierno de Jayavarman, la
religión del estado cambiaría varias veces, dependiendo de las
diferentes creencias del gobernante. El Imperio
Jemer sería budista para el reinado de un rey y luego volvería
a los dioses-reyes hindúes para otro, y esta inconsistencia
parece haber llevado a un colapso generalizado de la confianza que
el pueblo jemer depositaba en su religión de estado.

La gente común
debe haberse preguntado: "Bueno, ¿el rey es
un dios o no lo es?” En este vacío de confianza
se arrastró una nueva religión. Era una rama dura del
budismo llamada Theravada, que se parecía mucho más a
la forma en que se enseñaba originalmente el budismo en su tierra
natal, la India. El budismo Theravada es austero e inflexible. Sus
monjes viven en la pobreza, prohibidos de siquiera tocar el
dinero. Vagaban entre los pueblos en peregrinación y vivían sólo
de lo que la gente les daba de comer. Durante siglos, la sociedad jemer
había sido un cuadro de desigualdad; los campesinos jemeres pagaban
impuestos punitivos a los templos, realizaban trabajos pesados en los
campos y podían ser reclutados en vastas bandas de trabajo cada vez que se construía
un nuevo templo, un embalse o un mausoleo real. Se estima que
la construcción del gran embalse del Oeste
de Baray, por ejemplo, habría requerido el trabajo
de 200,000 campesinos durante tres años.

Mientras tanto,
el rey y sus nobles, así como los sacerdotes y hombres santos de los
templos, vivían en el lujo. El palacio del rey requería los servicios de hasta 4,000
mujeres de palacio, por ejemplo. Mientras que, según las inscripciones,
en un solo templo de tamaño mediano, requería un personal
de mil administradores, 600 bailarines, 95 profesores, y
toda una serie de otros empleados que ascendían a casi
13,000 personas, y toda esta opulencia venía a
expensas de los campesinos.

Pero todo esto prometía llegar
a su fin con la difusión del budismo Theravada. Esta nueva
generación de sacerdotes budistas vivía en chozas de hierba entre las aldeas
en lugar de en templos dorados. No es difícil ver cómo esta nueva
religión se hizo tan popular entre la gente de Camboya, y lo
peligroso que pronto se haría para la autoridad de la corona. En el año 1295, sólo 70 años después
de la muerte de Jayavarman VII, la difusión del budismo Theravada significó
que ya no se consideraba que el rey tuviera ninguna autoridad
religiosa. El reinado de los dioses-reyes había llegado a su fin.
Para los gobernantes del imperio que siguió, esto
significaría un desastre. Cuando Jayavarman VII
murió en el año 1220, tendría cerca de cien años. El luto debió ser tremendo; las
pipas y caracolas, los tambores y gongs, y las flautas que sonaron en su
funeral habrían sido audibles desde grandes distancias. El pueblo de
Angkor estaba de luto por su mejor rey, pero también
podrían haber estado de luto por todo su imperio.

Eso es
porque después del reinado de Jayavarman, toda la sociedad jemer
entraría en una caída libre constante pero imparable. A partir de este momento,
todos los proyectos de edificios religiosos monumentales en Angkor
llegaron a su fin. Pronto, prácticamente todos los proyectos de construcción se
detuvieron y durante los siguientes cien años, la creación de inscripciones en piedra
en la capital se ralentizó hasta que finalmente desaparecieron para siempre.
Frustrantemente para los historiadores, estas inscripciones en piedra
eran más o menos la única fuente sobre lo que estaba pasando
en este reino en ese momento.

Con su antiguo alfabeto, los jemeres
tenían muchos libros propios, pero estos textos estaban escritos
en tiras de hoja de palma seca que son muy delicadas y perecederas.
Tenían que ser reproducidos cada cien años más o menos si querían
sobrevivir y por esta razón, ni un solo texto angkoriano ha sobrevivido
hasta hoy. Sólo tenemos sus inscripciones en la piedra
para aprender de ellas, y con el fin de la construcción en piedra
en Angkor, nos quedamos adivinando qué pasó exactamente
en esos años. El último rey de Angkor del que se
tiene constancia fue Jayavarman IX, que reinó durante casi
una década desde 1327 hasta 1336, cuando supuestamente
fue asesinado por su jardinero principal que se casó con su hija y
ocupó su lugar en el trono. Después de esto, no hay más registros. Durante
los siguientes 200 años, ni siquiera el nombre de un rey ha sobrevivido.

Este período
se conoce como la Edad Oscura de Camboya. Lo siguiente
que oímos sobre la ciudad de Angkor es el informe de
aquellos exploradores portugueses que abrieron este episodio, tropezando
con las ruinas de la ciudad en lo profundo de la selva. ¿Pero
qué pasó en esos oscuros 200 años cuando las inscripciones
camboyanas se detuvieron? ¿Qué destino corrió
este gran imperio que alguna vez fue una de las potencias
más poderosas del mundo? ¿Cómo fue que la ciudad más
grande del mundo se convirtió en nada más que una
cadena de ruinas dispersas? En el año 1296, el emperador mongol Timur
Khan, que ocupaba el trono del dragón de China, envió un embajador
a su vecino del sur, el imperio jemer.

Uno de
los miembros de esta misión era un hombre llamado Zho Daguan que pasó
un año en Angkor. Cuando regresó a China, Zho Daguan escribió un largo
informe para el emperador sobre lo que había visto de la
sociedad y la cultura de Camboya. Este documento ha sobrevivido
hasta hoy y constituye uno de los testimonios más
cruciales sobre cómo era la vida en el Angkor medieval hacia su final. Zho quedó particularmente impresionado
por la arquitectura de la capital jemer. "Todos los edificios oficiales y
las casas de la aristocracia, incluido el Palacio Real, están orientados al este.
El Palacio Real se encuentra al norte de la Torre Dorada y el Puente
de Oro. Tiene una milla y media de circunferencia. Otras
viviendas están cubiertas con azulejos de cerámica de color amarillo.

Budas tallados o pintados decoran todas las inmensas
columnas y dinteles. Los tejados también son impresionantes. Pasillos abiertos
y largas columnatas organizadas en patrones armoniosos se
extienden por todos los lados." Zho Daguan también notó el gran
número de monjes budistas Theravada que caminaban por las calles.
Después de casi un siglo de creciente influencia, el rey jemer Indravarman III
había hecho finalmente la austera religión de Theravada, la religión oficial
del estado, pero a pesar de ello, parece que la
pompa y magnificencia de los reyes jemeres no se había
atenuado en lo más mínimo. "Cuando el rey sale, las tropas
marchan a la cabeza de su escolta, luego vienen los rebaños, las banderas y la música.
Las mujeres de palacio, de tres a quinientas, con telas floreadas y flores en
el pelo, sostienen en sus manos velas que llevan el tesoro real de oro y plata. Los carros tirados
por cabras y caballos, todos de oro, son los siguientes.
Detrás de ellos viene el soberano de pie sobre un elefante,
con su espada sagrada en la mano." De las notas de Zho, está
claro que, a pesar de que la forma más austera de budismo
se apoderó del país, las desigualdades de la sociedad
camboyana seguían siendo abundantes.

"Sólo el gobernante puede vestirse con
una tela con un diseño floral completo. Alrededor de su cuello, lleva unas
de tres libras de perlas grandes. En las muñecas, tobillos y
dedos, tiene brazaletes y anillos de oro con ojos de gato."
Mientras tanto, la gente común se vestía con ropa sencilla. "Desde el rey
hacia abajo, los hombres y mujeres llevan el pelo recogido en nudos, y van desnudos hasta la cintura,
envueltos sólo en un paño." Pero junto a esta extravagancia
de la realeza, había signos de estrés extremo que
ya empezaban a mostrarse bajo la superficie de la sociedad de Angkor.

Para
entonces, la edad de oro de los jemeres ya había pasado. Jayavarman VII
había estado muerto por casi 100 años, y está claro que
el imperio había empezado a decaer. Parte de la razón de esto se debió al
surgimiento de poderosos enemigos en la región. Tanto los vietnamitas
como los tailandeses habían crecido en fuerza y
confianza en esta época y empezaban a presionar
a las tierras jemeres.

Zho Daguan menciona esto en un
momento dado en su testimonio. "En la reciente guerra con los siameses,
el país quedó totalmente devastado." Estos siameses eran
el reino de Ayutthaya, en lo que ahora se conoce como Tailandia.
Ayutthaya fue una vez parte del Imperio Jemer, pero se había liberado
en los últimos siglos. Ahora, era un poder
en alza en la región, un reino comercial con una
vasta capital portuaria que crecía con la riqueza del comercio
en el Golfo de Tailandia. Cuando los primeros exploradores
franceses visitaron Ayutthaya, lo compararon con París en
términos de su tamaño y riqueza. Para entonces, los tailandeses comenzaban
a ejercer influencia en la región, conquistando reinos y
ciudades-estado del norte, y para el año 1350, Ayutthaya había
ganado suficiente confianza para comenzar a desafiar el gran
poder de la región en una batalla abierta. A partir de ese
momento, durante un período de unos cien años, las guerras entre los tailandeses y los jemeres
fueron incesantes y en su mayoría, unilaterales.

Los jemeres perdieron varios territorios
grandes y rentables en sus fronteras, lo que los debilitó y redujo aún
más su capacidad de defensa. A medida que se acercaba la mitad del siglo XIV, el
pueblo tailandés se sintió lo suficientemente audaz como para invadir el corazón de
los jemeres y asestar un golpe a la gran capital. En 1352, el rey tailandés Uthong
marchó con un gran ejército a Camboya y rodeó la ciudad de Angkor. Aunque Angkor era grande y tenía
secciones rodeadas por fuertes muros, no era una fortaleza defendible. Se
encuentra en el oeste de Camboya y, mientras que los ataques procedieran
principalmente de Champa y Dai Viet en el este, estaba en
una posición fuerte, pero ahora los ataques procedían del oeste y
Angkor empezó a parecer cada vez más vulnerable.

Las mismas
características que hacían de Angkor un lugar perfecto para el cultivo del arroz, sus amplias
llanuras planas, la convertían en una ciudad difícil de defender en tiempos de guerra. Algunos
historiadores también han argumentado que el extenso sistema de carreteras
construido por Jayavarman VII, que había impulsado la economía del imperio durante
más de cien años, ahora funcionaría en su contra. En estas carreteras
bien mantenidas, sus enemigos podían ahora marchar a través
de Camboya a gran velocidad, y como la red de carreteras estaba tan dispersa, el
único punto de estrangulamiento defendible en el país estaba a las puertas de la ciudad,
y para cuando el enemigo hubiera llegado allí, habría sido demasiado tarde. El asedio del rey Uthong tuvo
éxito. Las murallas de Angkor cayeron, sus defensores fueron
vencidos, y los soldados tailandeses arrasaron la
ciudad y derribaron a su rey. Durante un tiempo, Angkor estuvo
gobernada por una serie de reyes títeres leales a los tailandeses,
pero los jemeres, como siempre, eran un pueblo orgulloso y se negaron
a aceptar un gobierno extranjero. Se rebelaron una y otra
vez, y un rey jemer finalmente retomó el trono.

Esto fue
hasta el asedio final de Angkor en el año 1431. El asedio
final duró siete meses, y la resistencia jemer
debió haber sido estupenda, pero los ejércitos tailandeses
rodearon completamente Angkor, cortando sus suministros en la
tierra y bloqueando los canales. Podemos imaginar los tambores de
guerra y las trompetas de los elefantes, el humo saliendo de los campos de
asedio mientras la ciudad de Angkor era despojada lentamente de la vida.
Después de siete largos meses, la ciudad se rindió y las fuerzas tailandesas
la saquearon por completo, despojándola de todos sus objetos de valor.

Se han encontrado estatuas de Angkor decorando la antigua capital
tailandesa de Ayutthaya, lo que sugiere una campaña organizada
para saquear y despojar a la ciudad que una vez fue la Roma de esta región. Los conquistadores tailandeses pusieron a uno
de sus propios príncipes en el trono de Angkor, pero nunca conquistaron
toda la tierra de Camboya. Una vez más, el usurpador se
sentó en el trono por poco tiempo antes de que un príncipe jemer
lo echara y reclamara la corona.

Pero después de esta humillación,
estaba claro que los reyes jemeres ya no podían gobernar desde
la gran ciudad de Angkor. Trasladaron al rey y a su corte al
sur, a un lugar más defendible alrededor de donde está hoy Phnom Penh,
la moderna capital camboyana. Fue el final de la gran era
dorada del Imperio jemer, y para la ciudad de Angkor,
fue el primer paso en su gradual pero ineludible colapso. Vale la pena señalar en este punto
que Angkor se había recuperado de la destrucción de la guerra en el pasado.
De hecho, algunos de sus mayores logros arquitectónicos habían surgido
de las cenizas de la destrucción, al igual que Angkor Thom en
la época de Jayavarman VII. Este cambio de poder
administrativo hacia el sur no parece explicar el completo
abandono de toda la ciudad, entonces ¿qué pasó? Se han dado muchas explicaciones
para el abandono de Angkor; algunos historiadores han argumentado
que sólo un cataclismo como un gran terremoto o la
llegada de la peste bubónica pueden explicar la desaparición
de una población tan vasta, pero debido a la escasez de inscripciones
a lo largo de la Edad Oscura camboyana, sólo nos queda
el registro arqueológico.

Evidencias recientes sugieren que la decadencia de Angkor no fue
como un trueno. No ocurrió de repente, y hay pocas
pruebas de una muerte masiva de personas. Las nuevas
pruebas científicas muestran que la intensidad del uso de la tierra
en el centro de la ciudad había disminuido gradualmente durante
más de cien años antes de su supuesto colapso. El análisis de los núcleos
de sedimentos muestra que en los primeros decenios del siglo XIV, el crecimiento
de los árboles aumentó en la región, mientras que los signos de erosión del suelo y las
quemas disminuyeron, lo que indica una reducción de la actividad humana.

A finales
del siglo XIV, el foso de Angkor se cubrió con una estera
flotante de vegetación de pantano, lo que indica que ya no se mantenía. Como con el colapso de muchas
civilizaciones que ya hemos visto, parece que el clima iba a
jugar un papel importante en la desaparición de Angkor.
Investigaciones recientes de arqueólogos australianos sugieren que el
declive puede haber sido causado, al menos en parte, por la transición
global del Período Cálido Medieval a la Pequeña Edad de Hielo,
un cambio que vimos en el episodio anterior tuvo efectos
devastadores para los vikingos de Groenlandia. Pero en Camboya, con la compleja
mecánica de su estación monzónica, este período de cambio
climático parece haber tenido efectos algo contradictorios. Si
miramos los enormes canales al sur de Angkor, vemos que
alrededor de esta época, se llenaron de una gran cantidad
de arena de grano grueso.

Esto sugiere un período de lluvias
torrenciales e inundaciones, durante el cual los depósitos de limo fueron
barridos de las colinas en grandes cantidades. Pero alrededor de la misma época, los canales
de salida que normalmente drenaban el agua de los grandes depósitos fueron bloqueados
deliberadamente mientras que otros fueron convertidos en entradas para
aumentar el agua que fluía hacia los lagos. Todo esto parece
indicar un período de sequía, cuando los ciudadanos
luchaban por mantener altos los niveles de los embalses, entonces,
¿qué eran, sequías o inundaciones? Esta aparente paradoja desconceró
a los arqueólogos durante muchos años, pero una respuesta llegó en la
reciente publicación de un estudio sobre el ancho de los anillos de los
árboles en Camboya, que abarca un período de casi mil años. Los anillos de
los árboles son más anchos en períodos de fuertes lluvias y más
delgados en años de escasas precipitaciones. Este estudio muestra que
después del año 1350, las precipitaciones del monzón en el sudeste de Asia se
volvieron increíblemente variables. Entre los años 1330 y 1375, se produjo un
período de 25 años de severas sequías, y esto ocurrió nuevamente
entre 1400 y 1425.

Entre estos períodos de sequía extrema, las lluvias cayeron en un diluvio. El
período desde mediados del siglo XIV hasta mediados del XV contiene
un asombroso número de los años más húmedos y
más secos del último milenio, y esto significaría la perdición
para la ciudad de Angkor. Los jemeres estaban bien preparados
para sequías que duraban uno o dos años, pero una sequía de casi 30 años
habría causado un daño inmenso a esta economía principalmente
agrícola. La gente debió decidir que su sistema de agua necesitaba adaptarse;
construyeron apresuradamente canales de emergencia que iban
desde las colinas directamente a la ciudad, largos y rectos para
que pudiera fluir más agua hacia los embalses y campos.

Podrían haber celebrado, habiendo resuelto el
problema, como habían aprendido a hacer a lo largo de los siglos, pero
cuando la sequía llegó a su fin, las lluvias de ese año fueron
un diluvio de fuerza y volumen inesperados. Habría habido
poco tiempo para reaccionar antes de que el agua se precipitara
desde las colinas y todo el sistema se viera abrumado. Las tomas de
emergencia que habían aumentado el flujo de agua durante la sequía se
convertirían ahora en la caída de la ciudad. El agua se precipitaría por ellos en
mayores volúmenes de los que la ciudad fue diseñada para soportar y el
depósito se llenaría hasta reventar. Los jemeres pueden haber hecho algunos
intentos de drenar sus tanques, cavando desesperadamente salidas de emergencia
y tratando de bloquear los canales que habían construido sólo años atrás, pero
no serviría de nada. Los depósitos comenzaron a desbordarse. Debe haber sido un espectáculo
aterrador cuando el agua comenzó a fluir por los lados de las orillas,
inundando la ciudad, convirtiendo las calles en ríos y
arrastrando las frágiles casas de madera en una inundación torrencial de agua.

La gente de Angkor trabajaría una vez más para rediseñar su enorme
sistema de agua y devolverlo a su estado anterior. Bloquearon
los nuevos canales de entrada y ensancharon las salidas
para drenar el embalse, y justo cuando habían
terminado, la sequía volvería y todo el ciclo comenzaría de nuevo. Este ciclo repetido de graves
sequías e inundaciones parece haber sido un estrés que
el sistema de agua de Angkor simplemente no era lo suficientemente
versátil para soportar, y llevó a una serie de
fallos en cascada. Un fallo en cascada puede ocurrir en
cualquier sistema de partes interconectadas. Cuando una parte del sistema falla,
otras piezas del sistema deben ahora compensar y esto, a su
vez, las sobrecarga.

Los nodos de todo el sistema
fallan uno tras otro hasta que toda la infraestructura
se detiene por completo. Un puente que conduce al complejo
de templos de Angkor Thom cuenta una escalofriante historia de lo que
debe haber sucedido durante ese tiempo. Lo primero que notamos es que este
puente parece haber sido construido apresuradamente, sin el refinamiento de las construcciones cercanas, y
cuando miramos más de cerca vemos que fue construido con material de construcción
reciclado de los templos cercanos. Algunas de sus piedras muestran las
intrincadas tallas de la pared de un templo, pero mal emparejadas y desordenadas
en esta nueva estructura. El hecho de que el pueblo jemer tuviera que
construir apresuradamente este puente muestra que algo había ido terriblemente mal
con su sistema de control de agua, y el hecho de que tuvieran que reutilizar
piedras de sus edificios más sagrados y venerados muestra que la
situación era desesperada. A juzgar por el daño hecho al puente, los esfuerzos
para controlar las aguas de la inundación fueron infructuosos. Al final, el río que
se suponía que pasaría por debajo de él, se esculpió alrededor del puente y su
extremo oriental se derrumbó.

Pero queda una pregunta: ¿la gente de
Angkor se fue porque la infraestructura falló, o la
infraestructura falló porque la gente ya se había ido? Puede que
nunca sepamos la respuesta a esta pregunta, pero yo diría que existe
un bucle de retroalimentación entre estos dos factores. Un círculo vicioso
entró en juego a medida que Angkor disminuyó su relevancia. A medida
que esto ocurría, se gastaban menos recursos en el mantenimiento de su
vasto y complejo sistema de agua, y el ciclo de sequías e inundaciones
finalmente lo rompió por completo. Al inundarse grandes partes de la ciudad,
los sistemas de alcantarillado y saneamiento, tal como existían, habrían fallado, y
enfermedades como la disentería y el cólera se habrían extendido entre
las calles inundadas. Como el agua en algunas zonas
dejó de fluir y se estancó, las poblaciones de mosquitos podrían haber
prosperado en los charcos de agua estancada y los casos de malaria
habrían aumentado. Como ha sucedido con otras ciudades
moribundas en todo el mundo, puede que se haya dicho que
la ciudad estaba maldita, que en ella vivían demonios
que causaban enfermedades, y que ahora se gastarían
cada vez menos recursos en mantener los sistemas de agua
de una ciudad moribunda.

La enorme cantidad de mantenimiento
requerido en el sistema de agua significaba que Angkor tenía esencialmente
una población mínima posible. Por debajo del cierto número de
personas necesarias para mantenerlo, el sistema habría fallado por completo.
La ciudad se habría inundado permanentemente, y la vida allí se habría
vuelto inhabitable. Ahora, sólo los monos treparían
a los tejados de los templos, y la jungla se amontonaría fuera de los muros
de la ciudad como un ejército invasor, listo para reclamar sus calles y palacios. Pronto
los arboles jóvenes, arbustos y hierbas salvajes irrumpirían en las alguna
vez opulentas calles. Dado que pocos objetos de valor o
artefactos han sido descubiertos en Angkor, es probable que los saqueadores
también rastrearan las ruinas, despojándolas de cualquier cosa de valor.

La
mayoría de los edificios de Angkor eran de madera y techados con hoja de palma;
al pasar los primeros años y décadas, estos se desintegraron rápidamente y
dejaron pocos rastros. Pero los edificios de piedra permanecieron. Alguien que entrara
en la ciudad de Angkor en la última mitad del siglo XV, un recolector o
un pescador en su camino al gran lago, probablemente
habría encontrado calles todavía inundadas por el estallido de las
obras hidráulicas de la ciudad, ahora cubiertas de lirios y lotos, y
cubiertas por la sombra del dosel de la selva. El escritor Malcolm
Macdonald describió el inquietante silencio de estas ruinas
después de sus visitas en los años 50.

"La luz del día se filtra a
través de muchos espesores de follaje verde y tiene una misteriosa
y espeluznante calidad. Es media luz y media oscuridad, un
crepúsculo verdoso, una especie de iluminación sin vida y embrujada
como la que podría brillar en un submundo fantasmagórico." Esos
edificios de piedra aún en pie pronto estarían envueltos
en lianas y enredaderas. Donde antes se reunían grandes
multitudes para ver las procesiones reales, ahora los únicos sonidos eran el chirrido de
los pericos y los movimientos de los monos en los árboles. Los arcos de piedra
de los palacios de la ciudad se convirtieron en el hogar de
murciélagos y búhos, y para entonces la especie de árbol que más fácilmente
asociamos con las ruinas de Angkor habría comenzado su constante conquista
de estas desmoronadas ruinas. El árbol baniano es un endofito,
lo más parecido a un depredador en el mundo vegetal.

Vive devorando otros
árboles. Las diminutas semillas rojas del baniano son comidas por las
aves y luego depositadas en sus excrementos. Las semillas
de baniano que caen en el suelo generalmente mueren, pero
cuando caen en otro árbol, echan raíces en su corteza. A
partir de ese momento, el baniano crece rápidamente y el destino
del árbol huésped queda sellado. Los banianos echan raíces
colgantes que llegan al suelo y se envuelven alrededor del
desafortunado huésped, creciendo para cubrirlo completamente
y eventualmente estrangulándolo como una boa constrictora. El árbol
huésped muere y se descompone, y pronto sólo queda el baniano, con
un espacio hueco en el centro del árbol donde el desafortunado huésped estuvo una vez.
Pero los banianos son tan felices creciendo en nuestra construcción humana
como en un árbol anfitrión. Por esta razón, la eliminación de
los brotes de baniano de los edificios sigue siendo una parte importante del mantenimiento
de los edificios en países como Camboya y Sri Lanka hoy en día, al igual que
en la época de los antiguos jemeres. Pero en Angkor, ya no
quedaba nadie para hacer esto.

Poco después de su abandono,
las semillas de la baniano comenzarían a caer en sus templos
y palacios abandonados. Brotarían y pronto dejarían sus raíces
colgantes como racimos de pelo que luego se hinchan y se endurecen
en troncos de madera. Si se viera un video de esto en un
lapso de tiempo, parecería un monstruo de ciencia ficción envolviendo sus
tentáculos alrededor de las piedras. Los banianos envolvieron lentamente
los templos y palacios, aplastando las paredes de piedra
bajo su peso, echando raíces entre las piedras, agrietando los pilares
como si fueran pequeñas ramas. Hoy en día, estos árboles banianos forman algunos
de los lugares más emblemáticos de las ruinas de Angkor, cubiertos por ellos
como los brazos de alguna criatura con tentáculos que intenta
devorar las obras de estos antiguos muros. Hoy en día, cuando visitamos las ruinas de
Angkor, nos recuerda los peligros de los desafíos que enfrentan nuestras
sociedades.

Nos recuerdan la amenaza que supone la creciente desigualdad a medida que
los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres en todo el mundo. También
nos muestra los peligros que plantea un clima mundial cada
vez más variable e impredecible. Podemos esperar que
nuestros sistemas sean lo suficientemente robustos para soportar lo que
el clima global nos arroje en el próximo siglo, pero como
muestra el ejemplo de Angkor, esto puede no ser algo que
podamos dar por sentado.

Quiero terminar el episodio
escuchando una pieza musical que ya hemos escuchado algunas veces.
Es una antigua epopeya camboyana llamada Reamker, interpretada
por bailarines en Camboya. Es la versión jemer de la
epopeya hindú el Ramayana, acerca un hombre llamado Rama, cuya
esposa le es robada por un rey demonio. Es una canción de pérdida y amor
que nos canta a través de los milenios y que todavía se interpreta
en Camboya hoy en día.

Mientras escuchan, traten de imaginar
lo que debe haber sido vivir en esa vasta y antigua
ciudad de torres doradas cuando su época de gloria llegó a su fin. Traten de imaginar lo que se debe
haber sido vivir en una época en la que la gran maquinaria de control
del agua construida por sus antepasados estaba empezando a fallar y la
gente está abandonando la ciudad en masa. A medida que las calles se vaciaban y los
mercados se cerraban, los monjes dejaban los templos, y los incendios en las paradas de
descanso comenzaban a apagarse. Imagina ser una de las últimas personas
en vivir en la ciudad de Angkor, viendo la puesta de sol sobre
los grandes templos que ya empiezan a desmoronarse
contra el horizonte, brotando con sus primeros
jóvenes arboles banianos mientras los gritos de los
pericos y los monos suenan en la creciente oscuridad.

Gracias una vez más por escuchar
el podcast de La Caída de las Civilizaciones. Me gustaría agradecer a mis actores
de voz por este episodio;Rhy Brignell, Lou Millington y Sebastian Garbatch.
Me encanta escuchar sus pensamientos y respuestas en Twitter, así que por
favor vengan y díganme su opinión. Pueden seguirme en @PaulMMCooper.
Si quieren actualizaciones sobre el podcast, anuncios sobre nuevos episodios,
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ayuden a que este podcast siga en funcionamiento.
Por ahora, gracias por escuchar. Subtítulos al español traducidos por Ana Berberana.

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